domingo

Endorfinas: un soplo de felicidad

Si bien la felicidad depende del equilibrio de las tres realidades del ser humano, cuerpo, mente y alma, el cuerpo, junto a la química que se desarrolla dentro de él, puede provocar en el organismo un estado de bienestar.

Las endorfinas, segregadas por la glándula pituitaria y el hipotalamo ante determinadas situaciones que lo estimulan, son las reinas del universo químico que nos ayuda a ser felices. Esta maravillosa hormona la conocemos desde hace muy poco gracias a la neurocientifica Huda Akil en el 1972.





Ejercicio físico


Es sabido por aquellos que practican regularmente ejercicio, que este, una vez se ha convertido en rutina, se necesita tanto como la alimentación. Aunque aun no está claro a que se debe dicha adicción muchos son los que apuntan a la endorfina como su principal causante.

Un cocainomano rehabilitado, técnico de investigación de IBM, Bill Fox, declaró que la sensación que obtiene después de dos horas de intensa actividad fisica es similar a la obtenida por la cocaina. Por tanto, decía, es ncesario sudar mucho para llegar a obtener esa sensación.





Un ejercicio puede elevar nuestro índice de enforfinas en sangre y provocar con ello una sensación de euforia durante las horas posteriores. Podría decirse con esto que no hay mejor droga para el ser humano que el ejercicio pues adicionalmente a su capacidad para segregar endorfinas añade otros múltiples beneficios como el de la mejora de nuestro sistema respiratorio, cardiovascular, muscular, nervioso, óseo y linfático. Entonces, ¿A qué estás esperando?

Gracias a los estudios del Departamento de Neurociencia de la Universidad de Cambridge y del Instituto Nacional de Envejecimiento de Maryland ahora sabemos que correr regularmente no sólo mejora nuestra capacidad cardiovascular y la segregación de endorfinas, como ya conociamos, sino que además mejora la capacidad intelectual.

Síntesis de la hormona

Las endorfinas son extremadamente dificiles de sintetizar debido a que su vida útil es muy corta. Lo único que podemos hacer por tanto para obtenerlas es tratar de generarlas de forma natural por nuestro organismo. Aparte del ejercicio físico, la risa, el masaje, cantar, bailar, practicar sexo... pueden provocar su segregación.





Una taza de café, se convierte en un estupendo vínculo social, pues además de la parada en nuestra actividad productiva nos sube el nivel de enforfinas y nos hace más amables.

Terapia contra el dolor

Por ser un buen antidoto contra el dolor la habilidad para segregarlas supone una excelente terapia en múltiples dolencias. Se asegura que su potencia analgésica es hasta diez veces mayor que el de la morfina con la ventaja añadida de no presentar ningún efecto secundario.

Pacientes con fibriomialgia, que tienen un bajo umbral del dolor, pueden obtener gran mejoría gracias a cualquier mecanismo que propicie la generación de endorfinas.



http://www.juanramonruiz.com/2010/02/endorfinas-un-soplo-de-felicidad.html

migracion neurociencia

http://tu.tv/videotag/c_entretenimiento/migracion/neurociencia

¿Es la anorexia mental la consecuencia de la rivalidad sexual entre mujeres?

Para una mujer joven ser aceptada y ser atractiva es más que un deseo comprensible, es vital, una cuestión de supervivencia cuyos aprendizajes cada vez más precoces y relacionados con el galanteo y el apareamiento tienen un singular parentesco con los desordenes alimentarios. Algunos autores como Abed han llegado a proponer la hipótesis de que la competencia sexual entre mujeres es la causa de los trastornos alimentarios

Clásicamente se ha señalado, sobre todo por los psicoanalistas que la anorexia representaba un rechazo inconsciente a la femineidad o a la adquisición completa de un cuerpo femenino. Sin entrar a contradecir esta afirmación (que pudo ser cierta en las anoréxicas del siglo pasado y comienzos del XX), podemos afirmar que las anoréxicas de hoy no se caracterizan por un rechazo a la femineidad sino por una adaptación rígida a modelos hiperfemeninos (Gordon 1994). La razón por la que ha aumentado la competencia entre las hembras humanas tiene que ver con dos factores principales: la mayor disponibilidad sexual de las hembras, y la llegada cada vez más precoz de hembras al “mercado sexual”.

Crisp ha señalado acertadamente a partir de sus estudios transculturales, de anoréxicas de niñas que procedían de culturas islámicas o africanas y educadas en el Reino Unido que la mayor tolerancia sexual de estos países en relación con sus culturas de origen podía suponer una presión selectiva sobre ellas que se verían así entre dos fuegos: una presión cultural por mantener relaciones sexuales de una forma libre y precoz y otra presión procedente de su cultura que muchas veces se halla en contradicción con aquella. En mi opinión esta presión es común tanto a las niñas que proceden de países africanos o asiáticas como en las autóctonas dado que viene a dislocar un elemento que durante muchos años ha operado como un inhibidor sexual que ha mantenido a las muchachas púberes apartadas de los influjos sexuales directos, me refiero al constructo psicoanalítico conocido como “fase de latencia”, un periodo de inactividad sexual que tiene como propósito apartar a las niñas de la tarea reproductiva mientras están aprendiendo cosas útiles para su supervivencia posterior y que es más dilatado en tanto es mayor la complejidad de la sociedad en que viven. La contradicción está en que en nuestra sociedad, la de mayor complejidad que pueda pensarse ha aflojado sus controles inhibitorios llevando a nuestros adolescentes a una presión desmedida en cuanto a mantener sus primeras relaciones sexuales, que han pasado en poco tiempo desde una conducta de escarceo y ensayo hasta las relaciones completas, sin las que muchas de estas adolescentes quedan fuera de ese “mercadeo sexual”, estigmatizando su socialización.

A diferencia del resto de especies, el ornato, adornos, colorido, plumas y actos demostrativos que son características de los machos, son en la especie humana patrimonio de las mujeres. Esta diferencia es muy importante para comprender como en nuestra especie se han distribuido los papeles de la rivalidad y la competencia sexuales .

Existe una correlación entre el adorno, colorido, cantos o colas llamativas y la dificultad con que los machos acceden a las hembras. Para hacer el argumento más sencillo podemos concluir que a más competencia entre los machos por las hembras más demostraciones visuales o acústicas se pondrán en juego como mecanismo de galanteo. En este sentido, es cierto que las hembras son, en la mayoría de las especies, un bien comunitario a proteger y que los machos competirán y aun: derivarán su agresión hacia ellos mismos para ganarse su derecho a reproducirse. Un derecho que sólo ganarán algunos, aunque los estilos reproductivos como la monogamia, poligamia y promiscuidad se hallen representados en toda la escala animal, es decir se trata en todos los casos de estrategias evolutivamente estables en el sentido de Trivers..

Lo que es un enigma es la razón por la que en la especie humana esta distribución de papeles se ha establecido al revés de todas las criaturas conocidas, al menos entre los mamíferos, siendo como es la proporción entre machos y hembras estable y en torno al 50%, ¿Cómo puede explicarse esta inversión en los roles demostrativos? ¿Es el macho un bien comunitario a proteger en nuestra especie?

Entre las especies donde la hembra elige al macho lo usual es que sean los machos los que hacen ostentación, mientras en aquellas especies donde elige el macho, la ostentación viene incluida en la competencia agonística entre los machos. Este paradigma de la etología, nos lleva a preguntarnos ¿quién elige a quién, en nuestra especie?

Una de las características del cortejo en los humanos es el hecho (que no compartimos con el resto de la especies) de la disociación que hacemos tanto los hombres como las mujeres en nuestros motivos de elección de pareja. Así podemos elegir según decidamos llevar a cabo una estrategia a corto o a largo plazo. Mi impresión es que en las relaciones a corto plazo, es la hembra quien elige, por la razón fundamental de que existen menos hembras que machos interesadas en este tipo de relaciones, mientras que en las relaciones a largo plazo son los machos los que eligen. Esta disociación explicaría la presencia de ornato, plumas, adornos, maquillajes y ropas sugerentes en la mujer y la conquista de rango social por parte del hombre, que les aseguraría a ambos el éxito en el corto plazo.

Lo que es seguro es que la rivalidad femenina es un programa genético derivado de la competencia agonística y si ha sobrevivido a la deriva filogenética es porque ha producido grandes beneficios a las hembras que lo adoptaron. La evolución no hace gastos superfluos y debemos concluir que este programa genético está bien instalado en el cerebro sexual de la hembra humana.

En mi opinión la razón de esta contradicción de modelos en la conducta demostrativa se halla emparentada con la elección de la monogamia como modelo hegemónico de preferencia en la selección de parejas por parte de las mujeres.

Todo parece indicar que la monogamia evolucionó desde una sexualidad de ordalía y promiscuidad y que representó un hito en las relaciones de pareja y comunitarias. Abrió horizontes de cooperación y de ahorro a largo plazo entre los individuos, favoreció la crianza de los hijos y permitió acumular bienes económicos que terminaron por defender los intereses a largo plazo de hombres y mujeres, jóvenes y viejos, asegurando un mejor reparto de las tareas y de las cargas.

La hembra mamífera atada de pies y manos a su función reproductiva vivípara, parte con una penalización original con respecto a los machos de su misma especie. No sólo lleva la peor parte en la distribución de tareas reproductivas sino que sus partos, lactancias y crianzas de su prole la mantiene ocupada de por vida sin contar con las amenazas sanitarias que soportan debido precisamente a su “función materna” y a la estrechez de su canal pélvico derivada de la bipedestación. Entre el macho y la hembra mamífera existe una asimetría programada por la especie, una asimetría biológica.

No sucede así en todas las especies por igual pero es una constante en la mayoría, sobre todo – como he dicho antes en los vivíparos -. La distribución de tareas de reproducción y de cuidado de la prole tienen una amplia gama de recursos en la naturaleza, que recorren desde la monogamia, hasta los harenes o la simple promiscuidad. Sin embargo la estrategia evolutivamente más estable para asegurarse la colaboración del macho en las tareas del cuidado y alimentación de la prole, es sin duda la monogamia. De hecho los trastornos alimentarios no sólo no existen en los países con escasos recursos alimentarios sino que son prácticamente desconocidos en aquellas sociedades que regulan el matrimonio a través de la poligamia (Khandelwal, 1991), lo que puede interpretarse aceptando que la poligamia es protectora para los conflictos agonísticos de la mujer (rivalidad intrasexual mujer- mujer)

Para una hembra monógama, discriminar las intenciones del macho para las tareas ulteriores al propio coito son tan necesarias y vitales como asegurarse una pareja sexual atractiva, tan importante es pues atraerlo como mantenerlo, en palabras de Buss “la evolución ha favorecido a las estrategias femeninas diseñadas para evaluar estas intenciones en paralelo con su preferencia por la sensibilidad y el alto estatus socio-económico del varón”. (Buss 1989).

Trataré de explicar qué cosas son las que hacen las hembras para discriminar a los machos colaboradores de los machos galanteadores y qué cosas son las que hacen los machos para librarse de la carga de la crianza de sus hijos que les impedirá seguramente tener otros hijos con otras hembras dispuestas.

Mantengo la suposición de que tanto machos como hembras harán lo que mejor se acomode a los planes de sus genes, que aunque carecen de intencionalidad ejercen una presión evolutiva sobre los individuos portadores de tal modo que podremos concluir que tanto machos como hembras adoptarán las estrategias necesarias para tener el máximo de hijos al menor precio posible de cuidados y de inversión en su alimentación.

Ya he dicho que en esta partida de naipes la mujer parte con una desventaja al margen de su mayor inversión de nursing y teaching: no puede abandonar a sus hijos mientras están en su vientre, cosa que podrían hacer y de hecho hacen los peces que ovulan en el lecho del río cuando el macho está listo para eyacular y aprovechar esa fracción de segundo para dejar al macho descuidado o imberbe al cuidado de la nidada. La hembra vivípara no puede abandonar a sus crías como hacen las sepias, lo que si pueden hacer – y de hecho hacen- los machos que las fecundaron, con algunas excepciones.

Estas excepciones son diversas según las de distintas especies, pero siempre tienen que ver con las condiciones o el pago que impone la hembra al macho previamente al coito, a veces puede tratarse de una estrategia de simple aplazamiento o de escarceos demostrativos de huida previos al acoplamiento.

. Este pago puede relacionarse con la condición de que le construya un nido, que le aporte regalos o comida o que escarbe en la tierra una buena madriguera, como ejemplo de laboriosidad previa al consentimiento. Todo parece indicar que las hembras que adoptan una estrategia esquiva con respecto a los galanteos del macho se aseguran un mayor “cumplimiento” por parte de este en la parte que le toca en el contrato, siempre y cuando -claro está – la “prueba” no sea demasiado dura o agotadora o no existan en el entorno inmediato otras hembras fáciles que no pidan nada a cambio. Un macho que ya haya invertido determinados recursos en la seducción de una hembra estará menos dispuesto a dejarla, dado que este abandono le dejaría con parte de su inversión sin crédito que ofrecer a otra hembra. Este argumento debe ser cierto en aquellas especies donde las hembras esquivas son la regla. y evolutivamente estable en muchas especies animales, pero naturalmente no es así del todo en el ser humano.

Las hembras de nuestra especie están distribuidas de un modo ecológicamente estable entre esquivas y fáciles. Su equilibrio se mantiene por oscilación como siempre sucede en los sistemas abiertos. Una mayoría de hembras esquivas asegura el “cumplimiento” de los machos domésticos, pero no de los galanteadores. Las hembras no tienen manera de conocer de antemano las “verdaderas intenciones de los machos”, porque inmediatamente surge la contraestrategia evolutiva, si las mujeres esquivas abundan, los machos desarrollarán conductas engañosas a fin de cohabitar con ellas y disimular sus verdaderas intenciones de abandonar a la hembra a su suerte apenas haya comenzado la crianza.

Por otra parte una mayoría de hembras fáciles dejarían en desventaja a las esquivas que aspiran a la monogamia y su efecto de llamada aumentaría el numero de machos galanteadores con lo cual y de nuevo, el convertirse en macho doméstico pasaría a ser una rareza por la que competirían las hembras a su vez, multiplicando el número de machos domésticos.

El número de machos domésticos y galanteadores junto con las hembras esquivas y fáciles se encuentra en todas las comunidades vivientes en un equilibrio matemático, en torno al cual se establece una densidad estable. El sistema tiende hacia la autoregulación, apenas se desequilibra momentáneamente, siempre que se entienda que este adverbio en términos evolutivos precisa más de una generación.

Las hembras humanas (al menos las occidentales opulentas) se agrupan en torno a este atractor ideológico (un meme) que es el “atractivo físico” y la rivalidad sexual que a su vez es un programa genético yuxtapuesto y mucho más aquellas mujeres intelectuales, perfeccionistas y sensatas que forman el grupo de las más vulnerables para padecer esta enfermedad. Sin saberlo la hembra compite con otras hembras por el bien social que representa el macho doméstico, aquel que no abandona a la hembra después del parto aun habiéndola escogido por su atractivo sexual que por si mismo no asegura la cooperación posterior.

Si es cierto que la anorexia representa la activación del programa rivalidad llevado al paroxismo, en una sociedad de hembras competitivas y alienadas habrá que suponer que una forma de neutralizar este fenómeno se realiza a través de posibilitar una relación en exclusiva con el padre sin la interferencia de la madre (De Giacomo 1993), lo que contiene sugerencias terapéuticas de elevado interés. No hay que olvidar que la posición anoréxica es una postura de elevado poder para aquella que la ejerce en relación con el manejo de su ambiente

La mayor enemiga de una hembra fascinada por la monogamia es la hembra fácil, aquella que simplemente escoge a los machos (a los hombres) en función de su atractivo físico, de su posición social o de su rango jerárquico a un costo o precio distinto al de la cooperación. La primera objeción que se puede poner a esta clasificación de hembras esquivas o de hembras fáciles (que es un ejemplo sacado de la etología) es que las hembras humanas no son todo el tiempo esquivas o fáciles, como tampoco es cierto que los hombres sean todo el tiempo domésticos o galanteadores. Claro que no, el ser humano ha desarrollado – quizá debido a la enorme potencialidad de sus aprendizajes- la capacidad de ser hoy domestico y mañana galanteador, así como la hembra ayer esquiva puede tornarse mañana fácil con la misma u otra pareja, en el descubrimiento de algo que se ha venido en llamar la monogamia sucesiva, una forma de monogamia al fin y al cabo que no hace sino someter a la mujer a nuevos esfuerzos de por vida a fin de mantener sus parejas sucesivas. De hecho está establecido que los trastornos alimentarios correlacionan con dos factores de relevancia sociodemográfica: una elevada tasa de divorcios y la baja tasa de natalidad, ambas predicen una alta tasa de casos. (Abed, 1998)

Lo que es lo mismo que admitir que el ser humano ha desarrollado en mayor medida que otras especies una mayor capacidad de engañar, (en este caso engañar con la apariencia) disimular los engaños y también discriminar las intenciones engañosas de los demás para con nosotros mismos puesto que lo mejor para un grupo humano en términos de estabilidad evolutiva es que las hembras sean esquivas las 5/6 partes del tiempo (o de la población total) y fáciles la 1/6 parte (o población) restante, siempre que los machos domésticos representen el 5/8 del total o del tiempo invertido en cooperar y los galanteadores sólo representen el 1/8 del total de la población o el tiempo invertido en merodear. Es en este punto exacto donde el sistema se estabiliza hasta la próxima descompensación generacional (Dawkins, 2002)

Se podrá enseguida decir que estos argumentos no tienen nada que ver con los problemas que plantean las anoréxicas de hoy y es cierto, porque este dilema no solamente afecta a las anoréxicas, afecta a todas las mujeres actuales, como en el siglo XIX les afectó a todas el doble modelo de moral sexual aunque no todas desarrollaran síntomas de enfermedad mental: en aquel caso no todas las mujeres eran histéricas, aunque quizá las histéricas del XIX no eran sino el síntoma de una enfermedad social más amplia que se llamaba disimulo, como la de hoy se llama apariencia.

Se trata tan sólo de un intento más de explicar cual es la sobrecarga adicional que la mujer actual tiene que soportar respecto a sus antepasadas, una sobrecarga que procede de su búsqueda de simetría y de competencia sexual a través de la belleza física y de los rendimientos intelectuales, un meme que ha venido a ocupar el lugar de la rivalidad entre hembras que buscan a ciegas un hueco en la mirada del otro que lleva a muchas de ellas no sólo al fracaso reproductivo sino a la decrepitud y devastación física y mental.

Bibliografía.-

BUSS, D.M.:

(1995): “Psichologycal sex differences: origins thought sexual selection”. American Psychologist, 50(3), 164-168

ABED R T. :

- “The sexual competition hypothesis for eating disorders” British Journal of Medical Psychology” 71:525-547 1998.

- “Psychiatry and darwinism. Time to reconsider?”. British Journal of Psychiatry 177:1-3. (2000)

BUSS, D.M. & SCHMITH D.P.(1993): ” Sexual strategies theory:an evolutionary perpective on human mating”. Psychological review, 100(2), 204-232.

BUSS, D.M.(1999): “Evolutionary psychology: The new science of the mind”. Allyn & Bacon.. Needham Heights. USA

CRISP.A.H.: (1980) “Anorexia nervosa: Let me be” London. Academic press Inc.

DAWKINS Richard (2002): “El gen egoista” Salvat- Ciencia. Barcelona

DALY M. WILSON. M (1983): ” Sex, evolution, and behavior”. Belmont. California. Wadswortoh.

DE GIACOMO, P (1993):” Finite systems and infinite interactions: the logic of human interaction and its application to psychotherapy”. Bramle Books. Norfolk.Conn

Nota.- Este post es una parte de un articulo que se publicó en psiquiatria.com en 2004 y cuyo texto completo está aqui.


http://neurobudismo.wordpress.com/2010/02/26/%C2%BFes-la-anorexia-mental-la-consecuencia-de-la-rivalidad-sexual-entre-mujeres/

Sinestesia

La información sensorial procedente de los órganos de los sentidos discurre por vías neuronales hasta llegar a la corteza cerebral y es entonces cuando se percibe la información: veo un bolígrafo, huele a pescado frito, escucho una sinfonía de Brahams... Esto es lo normal.
Sin embargo, una de cada 2000 personas (más mujeres que varones) tienen alguna capacidad que para otros es extraordinaria: gustan las formas, ven sonidos o huelen colores. Son percepciones que resultan de la unión de distintas señales procedentes de los órganos de los sentidos: es la sinestesia, del griego: syn (con, unión, junto) y aisthesia, (percepción).
No se pueden confundir con las alucinaciones, no lo son. Es algo parecido a lo que ocurriría si “desenchufáramos” una parte de las vías que procedentes de los ojos conducen la información visual a la corteza correspondiente y lleváramos dichas conexiones a la región cortical que traduce la información auditiva. El resultado sería espectacular: ¡se verían los sonidos! La sinestesia es también producida por algunas drogas como la mescalina y LSD.
La sinestesia está descrita entre diversos pares de modalidades sensoriales, pero son frecuentes personas sinestésicas que ven colores en algunos grafismos, o en las unidades de tiempo, en las notas musicales, en los sabores, dolores, temperaturas o en un orgasmo. Para otras los olores suenan, saben o tienen cierta temperatura.
Aunque en la actualidad no se conocen todos los agentes responsables de esta enfermedad, tiene un componente genético, en la medida que la tercera parte de estas personas poseen miembros de su familia que manifiestan las mismas alteraciones.
Una hipótesis aceptable para explicar la sinestesia se basa en el hecho de que los bebés perciben su entorno de una forma sinestésica, en la medida de que sus cerebros no han conseguido aún un perfecto funcionamiento de sus circuitos neuronales. Después del nacimiento, en poco tiempo (algunos meses), los circuitos visuales, olfativos, gustativos, etc. se van haciendo totalmente independientes pero en los sinestetas esto no sucede, al menos en parte.
Quizá, la percepción del mundo por parte de los artistas requiera algo de sinestesia y, acaso por ello, algunas personalidades consagradas del arte han manifestado esta enfermedad. Bach decía que un fa-bemol era de color gris y un mi-bemol tenía una tonalidad verde-amarilla; Shubert veía el sol-bemol de color rojo-dorado y el re-bemol verde. También manifestaban sinestesia otros músicos de renombre como Alexander Scriabin y Nikolai Rimsky-Korsakov y personas de la literatura como Charles Baudelaire y Vladimir Nabokov.
Este es un pequeño vídeo sobre esta alteración:
http://www.youtube.com/watch?v=Y87jlanFk7M



http://biologiaemocional.blogspot.com/2010/02/sinestesia.html

Cita del día

La constante utilización del pensamiento para darle continuidad a tu yo separado eres “tú”. No hay nada más dentro de ti además de eso – U.G. Krishnamurti


http://yogaopinionesyarticulos.blogspot.com/2010/02/cita-del-dia_26.html

El Cerebro, nuestro puente con el mundo

Una pequeña mueve sus caderas tratando de guiar un ula, ula en una pantalla frente a ella, mientras todos la miran con curiosidad; a su lado, una joven da vueltas vertiginosamente y al detenerse trata de fijar su mirada en un sólo punto; a su vez, un joven con los ojos cubiertos trata de distinguir entre una gran variedad de aromas.
Todos ellos forman parte de la exposición "El Cerebro, nuestro puente con el mundo" inaugurada ayer en Universum, para explicar de forma lúdica las principales funciones de la materia gris y la forma en que nos permite relacionarnos con el mundo.

"Instruye, evoca, divulga lo que queremos hacer y lo hace de una manera lúdica. La ciencia no sólo no es aburrida, llega a ser extraordinariamente divertida", consideró el doctor José Narro, Rector de la UNAM, durante la inauguración de la sala en el Museo de las Ciencias.

"A mi me parece que es una espléndida sala la que se ha montado que es un trabajo extraordinario, es el trabajo de mucha gente, de enorme creatividad y a mí me encantó.

Un total de 13 millones de pesos fueron invertidos en el montaje de la sala de mil metros cuadrados que está dividida en tres grandes rubros y que muestra desde las básicas neuronas hasta los principales retos para la neurociencia, explicó René Drucker Colín, director general de Divulgación de la Ciencia.

"Podría decir que como yo soy neurocientífico me parecía que una sala del cerebro sería buena idea, pero en realidad surgió porque la Sociedad Mexicana de Ciencias Fisiológicas ofreció que hiciéramos estos paisajes neuronales, pero a mí no me gustan sólo las cosas contemplativas, entonces dije vamos a hacer una sala del cerebro e incluimos los paisajes como parte de la sala", señaló Drucker Colín.

Durante la ceremonia de inauguración, el ex rector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente, consideró un acierto el modernizar el museo.

"En épocas donde hay poca innovación y poco crecimiento, la UNAM muestra que se pueden abrir espacios para la ciencia", consideró.

"En buena hora la universidad tiene una sala dedicada al estudio de este órgano tan desafiante, emocionante y misterioso".

A su vez, el Rector de la máxima casa de estudios, José Narro, comentó que para la UNAM, la ciencia siempre ha sido importante y se produce a varios niveles.

"Por fortuna, en la universidad si algo sobra es capacidad, es conocimiento, es experiencia y es compromiso. Eso es lo que nos tiene qué seguir animando", añadió.

Entre otras atracciones presentadas en el museo destaca una serie de cuadros con movimiento, similares a los descritos en la serie de novelas Harry Potter, con los más importantes neurocientíficos que explican la importancia del estudio cerebral.

También se encuentra el área dedicada a las enfermedades mentales, donde se presentan los principales retos de la neurología y la medicina para tratar un cerebro dañado, con temas como células madre e ingeniería genética.



http://www.periodicodigital.com.mx/index.php?option=com_content&view=article&id=106334&catid=105&Itemid=94

jueves

El cerebro tiene un sentido innato de la injusticia

Investigadores del Instituto de Tecnología de California (Estados Unidos) y del Trinity College de Dublín (Irlanda) han encontrado la primera evidencia fisiológica de que el cerebro responde ante la desigualdad como un auténtico Robin Hood.

Los resultados de la investigación, que se publican en la revista Nature, muestran que los centros vinculados a la recompensa en el cerebro humano responden con más fuerza cuando una persona "pobre" recibe una recompensa económica que cuando lo hace una persona "rica". Incluso si el cerebro que se observa es el de la persona "rica".

Desde hace tiempo los científicos saben que a los seres humanos no nos gusta la desigualdad. “Dile a dos personas que trabajan en lo mismo que sus salarios son diferentes y surgirán problemas”, asegura John O’Doherty, coautor del estudio. Lo que no estaba tan claro hasta ahora es de dónde procede esa aversión a la desigualdad. "En este estudio vemos que no es sólo fruto de la aplicación de una regla social o convención, existe también algo sobre el procesamiento básico de recompensas en el cerebro que refleja estas consideraciones", explica Thomas N. Mitchell, profesor de Neurociencia Cognitiva del Instituto de Neurociencia del Trinity College, que también ha participado en la investigación.

El cerebro procesa las recompensas -comida, dinero o música agradable, que crean respuestas positivas en el organismo - en áreas como la corteza ventromedial prefrontal (CVMPF) y el estriado ventral. Mitchell y sus colegas analizaron con ayuda de imágenes de resonancia magnética funcional cómo respondían estas dos áreas en 40 voluntarios mientras se les presentaban una serie de escenarios de intercambio de dinero. Así, en uno de los casos al participante se le decía que se le darían 50 dólares a él y 20 a otra persona; en un segundo escenario, el estudiante podía ganar sólo 5 dólares y la otra persona 50. Además, antes de pasar por el escáner, cada participante dentro de una pareja era asignado de forma aleatoria a una de dos situaciones: obtenía 50 dólares al inicio del experimento (“rico”) o comenzaba sin un duro en el bolsillo (“pobre”), en clara desventaja financiera.

Los experimentos mostraron que las personas que comenzaron “pobres” tenían una reacción cerebral más fuerte ante las situaciones que les proporcionaban dinero y no reaccionaban ante el dinero que se le daba a las otras personas. Sin embargo, los sujetos que empezaban el experimento con cincuenta dólares tenían una reacción cerebral más intensa cuando los sujetos “pobres” conseguían dinero que cuando lo hacían ellas mismas. "En otras palabras, a sus cerebros les gustaba que los otros consiguieran dinero más de lo que les gustaba conseguirlo a ellos", explican los investigadores. Los científicos saben ahora que estas áreas cerebrales no sólo procesan el interés propio, sino que además responden a las recompensas que consiguen otros individuos. El siguiente paso es intentar comprender cómo estos cambios se trasladan a la conducta.


http://www.muyinteresante.es/el-cerebro-tiene-un-sentido-innato-de-la-injusticia

Síndrome de Stendhal: un epílogo

Para terminar esta serie que he dedicado al cerebro, la percepción y conceptualización de la belleza y el sindrome de Stendhal, me gustaria aportar una conclusión sobre el tema. La primera conclusión es la relativa a si el citado sindrome es o no es un cuadro patológico.

Mi opinión al respecto es que por lo recortado y paroxístico del síndrome no podemos encuadrarlo como un sindrome psiquiátrico específico. Por otra parte aunque el síndrome en su versión extendida es bastante desagradable no es menos cierto que existen variantes del mismo que son absolutamente triviales y que se resuelven en crisis de llanto o episodios cercanos a la desrealización que tienden a la autolimitación. Y muchas veces en experiencias agradables, sublimes o incluso arrobadoras.

La hipótesis que he sostenido -al menos en los últimos capítulos de esta serie- es que el sindrome de Stendhal representa una patología de la identificación. Y para ello necesitaré teorizar otro tanto para exponer qué cosa es la identificación.

Identificación es según Freud un mecanismo de defensa, es decir una operación psíquica que realizamos para deshacernos de un conflicto y para que haya un conflicto es necesario que exista un otro con quien mantenerlo. La identificación es un manera de ir más allá en la relación de objeto, nos identificamos con aquello que amamos, aquello que aumenta nuestra autoestima, nos gusta como modelo o con aquello que hemos perdido o que tememos.

Esta ultima posibilidad descrita por Anna Freud con el nombre de identificación con el agresor nos pone en guardia acerca de las funciones de la identificación: no sólo nos apropiamos de aquello del otro que nos resulta agradable o queremos poseer por valioso sino que por el contrario también podemos hacerlo con aquello que nos perturba. No es de extrañar porque los conflictos se encuentran precisamente en nuestras relaciones con el otro, y una manera de resolver esos conflictos con el otro es saltando sobre ellos. Esa es la función de la identificación, un salto desde lo concreto del objeto hasta lo abstracto de su condición y un salto que pone dentro lo que antes estuvo afuera.

La identificación es pues una apropiación de algo inmaterial que es, se atribuye o fué de otro.



En este esquema en lambda propuesto por Jacques Lacan podemos visualizar mejor la topologia de nuestras relaciones con lo otro.

Podemos ver como existe un eje imaginario donde el sujeto (a) se relaciona con un objeto (a´) y que representa la relación objetal (el otro semejante). En ese eje transcurre gran parte de nuestra vida, querellas, amistades, pláticas, amoríos y conflictos con los otros, nuestros semejantes y tambien con las figuras que al final terminarán operando como modelos de identificación, es así como construimos nuestra identidad, a través de rasgos, gestos, entonaciones de la voz con un otro (usualmente los padres) o bien nos dirigimos frente a cuestiones más abstractas y nos identificamos no con lo que uno es o parece sino lo que representa, somos de este equipo o del otro, de una nación, tribu, etnia, sexo, nacionalidad, profesión, etc. Lo importante es recordar que la identificación es la manera en que nuestro cerebro transforma los primitivos vínculos concretos infantiles y los convierte en abstracciones mucho más inclusivas que la relación puntual que asi y todo sigue manteniéndose activa anidada en lo categorial.

La identificación sería una herramienta evolutiva de nuestra conciencia al servicio de mantener una identidad desgajada del común que al mismo tiempo recordara aun remotamente nuestro linaje y filiación. Una herramienta que nos permite “ser de” siendo “únicos”. Estar dentro y estar fuera simultáneamente. Pertenecer y estar excluido.

Y es además ilusoria y especular, es decir se forma a través de imitaciones que son las precursoras de la identificación propiamente dicha, como si hiciéramos gestos delante de un espejo, es por eso que al eje a-a´se le llama imaginario pues es a partir de este momento en que se establece la identificación que el sujeto va a ser capaz de imaginar, de construir y retener en su mente imágenes a voluntad.

Y en cierta forma porque las relaciones que construimos con el otro semejante son ilusorias, pues nada sabemos del otro, salvo lo que el otro nos muestra. Hay algo en el otro que es inaccesible y aunque creamos saberlo todo sobre él, lo cierto es que lo que sabemos corresponde y procede más bien de nuestra imaginación. Es por eso que todo lo que sucede en ese eje es imaginario, un “como si”, una especie de farsa a la que atendemos y consensuamos como si fuera real.

Pues en realidad lo real esta en $, en ese sujeto (barrado) del inconsciente al que a no se puede acceder de forma directa sino a través de las imágenes y lo imaginario, los síntomas y los sueños. Lo real en nosotros mismos que sólo puede manifestarse a través de la mediación del otro semejante a´, tanto es asi que sin ese otro a´no habria vida psíquica, sólo sujeto del inconsciente, sujeto de la pulsión o Ello.


es una $ barrada porque el sujeto está incompleto y es además deseante, es precisamente por este déficit que se inaugura el lenguaje que va a comportarse como vehiculo y tambien como limite, sin él la relación con el otro semejante no podria evolucionar desde la simplicidad del bebé hasta la complejidad del adulto. El deseo no se termina nunca precisamente a causa de nuestra condición de seres incompletos que tratamos de saltar esta incpmpletud a través de esas guias simbólicas que son las palabras: el supremo amo o A.

Lo importante de la identificación es que funciona no de una forma lineal sino caótica, pequeñas identificaciones en la infancia construyen grandes diferencias en la edad adulta. No es necesario llevar a cabo una identificación masiva con una figura determinada sino que basta con apropiarnos de pequeñas partes de nuestro modelo. Es necesario decir ahora que las identificaciones masivas son patológicas y denotan un profundo horror a la figura de referencia: la identificación con el agresor donde un niño victimizado se identifica con un padre sádico para terminar siendo como él una vez ha llegado a adulto nos ofrece un ejemplo muy evidente de esta identificacion patológica.

De manera que la identificación escenifica nuestra posición como sujetos o como objetos. O somos especatadores o estamos en el cuadro tal y como proclama el proverbio sufí que preside este post. Cuando miramos un cuadro estamos operando como sujetos y el cuadro es el objeto, hasta ahi comprendido.

¿Qué les sucede pues a los que han vivido una experiencia stendhaliana?


Para entender lo que les sucede a estas personas tenemos que hacer una excepción al proverbio sufi. Efectivamente el que contempla el cuadro no está en el cuadro pero…. lo transforma.

Y lo hace a traves de la mirada.

La mirada es la parte activa de la visión, la mirada es aquello que intencionalmente adelanta una hipótesis sobre lo que va a verse y esa hipótesis es siempre evidentemente algo relativo al sujeto ($) que perfora el eje imaginario cuando es atravesado por A (lo simbólico).

Y aqui A es la belleza o el concepto subjetivo que cada persona tenga de ella, pero es fundamental para que pueda darse un sindrome de Stendhal que el individuo sea sabedor del valor de aquello que va a ver: que va a enfrentarse cara a cara con la belleza y que muy frecuentemente tenga que dirimir esa batalla a solas, sin nadie (ningun a´) que intermedie entre el cuadro y él.

Es entonces cuando el sujeto (el espectador) y el cuadro (o cualquier objeto de la observación) se confunden y el borramiento entre sujeto y objeto deviene en catástrofe psicosomática o en deleite sublime aunque siempre teñido de drama.

A continuación os dejo aqui en formato pdf los articulos relacionados” publicados en este blog.



http://pacotraver.wordpress.com/2010/02/25/sindrome-de-stendhal-un-epilogo/

El alma de las neuronas

La controversia entre filósofos y científicos sobre la naturaleza de la conciencia, el cerebro, la mente y el lenguaje


La naturaleza de la conciencia aborda la reciente historia de una polémica entre científicos y filósofos. El encargado de reunir las partes de la polémica (2003-2007) es Daniel Robinson (introducción y capítulo final), quien nos presenta, por una parte, al científico Maxwell Bennett (Sidney) y al filósofo Peter Hacker (Oxford) y, enfrentados a éstos, los filósofos Daniel Dennett (Tufts) y John Searle (Berkeley), que entran en la polémica suscitada por los dos primeros. De este modo, la obra reúne seis escritos de los cuatro polemistas: dos con los argumentos de la polémica (Bennett y Hacker), seguidos de otros dos con las refutaciones (Dennett y Searle) y rematados por los dos finales de réplica (Bennett y Hacker). ¿Puede haber más emoción?

La controversia mantenida por estos expertos en neurociencia podría plantarse así: ¿qué papel juega en las actuales investigaciones neurocientíficas el antiguo concepto de «alma», traducido muchas veces por «conciencia» e, incluso, por «cerebro»? La extraña sensación sobreviene cuando, a medida que se leen los distintos argumentos, cada una de las partes enfrentadas parece convincente, pero, entonces, ¿quién tiene razón?

Resumanos para que el lector de esta reseña pueda hacerse su propia composición de lugar. El científico M. Bennett y el filósofo P. Hacker se alían para publicar «Philosophical Foundations of Neuroscience» (2003), extensa obra crítica dedicada a denunciar al reciente movimiento de neurociencia cognitivista que caería en lo que llaman la «falacia mereológica», o, en román paladino, en atribuir caracteres del todo (la persona) a una de sus partes (el cerebro). De esta manera, una extendida moda neurocientífica habría empezado a hablar con total oscuridad e imprecisión, y a decir cosas como que el cerebro «ve», «plantea hipótesis», «extrae conclusiones» o que «desea» y «decide». Pero para Bennett y Hacker, el cerebro no es una entidad a la que se le puedan aplicar predicados psicológicos.

De la amplia caterva de expertos (Crick, Gazzaniga, Sperry, Young, Blakemore, Zeki, Marr, Edelman, Damasio, etcétera) contra la que se dirigen Bennett y Hacker, dos de ellos les salen al paso: Dennett y Searle. De forma individual, tan sólo unidos por el enemigo común, acusarán a los autores de «Philosophical Foundations of Neuroscience» de cortedad teórica y de estrechez de miras, y de que la frontera entre la ciencia y la filosofía no es tan rígida como ellos la pintan, porque es obvio que lo que intentan hacer es establecer analogías y proponer metáforas entre la actividad de la conciencia y la del cerebro, y, además, porque es posible que entre las operaciones de la conciencia y las del cerebro puedan encontrarse los esquemas lógicos que permitan traducir lo uno en lo otro.

Bennett y Hacker vuelven a la carga y aclaran que ese propósito está muy bien pero que lo que ellos denuncian es, precisamente, que el esquema psicológico pueda ser trasladado al neuronal, y que al forzar el lenguaje de esa manera sólo introducen confusión. ¿Quién tiene, pues, razón?

Para dar la razón a cualquiera de las partes, antes hemos de interpretar bien de dónde proceden exactamente los argumentos. Los cuatro autores tienen fuertes nexos con la filosofía analítica, pero Bennett y Hacker representan el ala más estricta del análisis filosófico heredero de Wittgenstein y de Ryle, alineados además con una visión muy neopositivista de la función de la ciencia, donde el papel de ésta consiste en establecer verdades empíricas, ayudada, eso sí, de la clarificación conceptual que puede prestarle la filosofía, pero sin que esta ayuda se convierta en intromisión. Enfrentados a esta estricta visión, Dennett y Searle prefieren una relación más permeable entre el quehacer filosófico y el científico, y entienden que la filosofía también trabaja en el plano de la verdad empírica y que la ciencia también establece determinados contornos conceptuales. Así pues: ¿quién tiene razón?

Nos acercaremos a ser jueces más justos si, además, consideramos que lo que une a los cuatro polemistas es la neurociencia pero que lo que los separa es el distinto ángulo en el que inciden en esta disciplina. El científico Bennett (y el filósofo Hacker que acude a ayudarle en el montaje conceptual) se sitúa en el estudio de la neurociencia que investiga los fenómenos en su escala neuronal, mientras que la perspectiva de Dennett y Searle, partiendo de los datos neuronales, se sitúa en el análisis de la conciencia. Así pues, una pregunta previa a resolver, sobre el trasfondo de las filosofías aristotélica y cartesiana a la que respectivamente parece que acuden unos y otros, ha de ser: ¿se mantiene algún tipo de espiritualismo?, ¿se defiende el fisicalismo?, ¿se parte de una ontología monista, dualista o pluralista? Una vez resuelto esto podríamos intentar distribuir las razones que asisten a unos y a otros.




http://www.lne.es/cultura/2010/02/25/alma-neuronas/878238.html

Las marcas recurren a la neurociencia para descifrar la mente del consumidor

Entender el cerebro de las personas puede ayudar a realizar la mejor estrategia de marketing. Multinacionales como Ford y Pepsico ya lo pusieron a prueba


La neurociencia se convirtió en una de las prácticas más atractivas para las empresas, quienes recurren a esta herramienta para la investigación del comportamiento del cerebro, con el fin de aplicarlo al marketing.



Hasta el momento compañías como Ford y Pepsico ya se han arriesgado, obteniendo buenos resultados, según informa The Slogan.

La premisa es que las culturas procesan la misma información de formas muy distintas. Es decir, de acuerdo al lugar donde están, las personas reaccionan de diferentes maneras.

Entonces la neurociencia estudia el cerebro cuyo objetivo es descubrir sus respuestas ante determinados estímulos, como puede ser escuchar cierta palabra o mirar una imagen específica.

El proceso consiste en registrar las ondas cerebrales de acuerdo a la frecuencia cardiaca, el flujo sanguíneo y la temperatura corporal. Esto se hace mediante algoritmos matemáticos que derivan en emociones negativas o positivas.

Aunque la neurociencia se creó para aportar a la medicina, se ha convertido en un gran aliado para el marketing, porque permite conocer nueva información del pensamiento de los consumidores, es decir, "ir más allá".

De esta manera, puede resultar un éxito si se es capaz de asumir su capacidad para descubrir los tipos de publicidad o campañas que más despiertan la atención en el consumidor.

Así, se puede saber cuáles mensajes llegarán a sorprender a las personas o conocer cuáles son los menos indicados y que pueden producir aburrimiento o desinterés, mediante un estudio certero del cerebro.

Además, un dato no menor, es que la neurociencia permite saber qué palabras pueden formar una imagen mental más rápidamente y cuáles no.

Cada palabra tendrá una segunda lectura que de seguro influirá en la decisión de compra, ya que aquí intervienen mucho las emociones.



http://marketing.iprofesional.com/notas/94908-Las-marcas-recurren-a-la-neurociencia-para-descifrar-la-mente-del-consumidor-.html

Aceptar la Derrota: La Neurociencia en Equivocarse

por Jonah Lehrer (tomado de la revista Wired)
(Traducción de Santiago Mariño)

Todo comenzó con el sonido de la estática. En mayo de 1964, dos astrónomos en Bell Labs, Arno Penzias y Robert Wilson, estaban usando un radio telescopio en los suburbios de Nueva Jersey para escudriñar el fondo del espacio. Su intención era hacer una detallada encuesta de la radiación en la Vía Láctea, lo que les permitiría mapear esos vastos trayectos del universo, ausentes de estrellas brillantes. Esto significaba que Penzias y Wilson necesitaban un receptor exquisitamente sensible, capaz de escuchar la más pequeña vibración en esa inmensidad. Así pues, habían modificado un viejo radio telecopio, instalándole amplificadores y un sistema que permitía a las señales provenientes del espacio hacerse un poco más fuertes.

Pero habían hecho su aparato demasiado sensible. Cada vez que Penzias y Wilson apuntaban su plato al cielo, captaban un persistente sonido de fondo, una estática que interfería con todas sus observaciones. Era un problema técnico increíblemente molesto, como pretender escuchar una emisora de radio que a todo momento se interrumpe.

Al principio, habían asumido que el sonido tenía origen humano, una emanación de la cercana ciudad de Nueva York. Pero cuando apuntaban su telescopio directo a Manhattan, la estática no aumentaba. Otra posibilidad era que el sonido fuera resultado de partículas radioactivas de unas pruebas hechas con bombas nucleares recientemente en la alta atmósfera. Pero esto tampoco hacía sentido, puesto que el nivel de interferencia permanecía constante, incluso cuando las partículas radioactivas se disipaban. Y también estaban las palomas: un par de aves estaban haciendo nido en la parte estrecha del receptor, dejando una traza de lo que ellos posteriormente llamarían “material dieléctrico blanco”. Los científicos expulsaron las palomas y limpiaron su suciedad, pero la estática permanecía, tan fuerte como siempre.

Durante el siguiente año, Penzias y Wilson intentaron ignorar el ruido, concentrándose en observaciones que no requerían silencio cósmico o precisión perfecta. Pusieron cinta de aluminio sobre las juntas de metal, mantuvieron el receptor tan limpio como les fue posible, y esperaron que un cambio en el clima pudiera aclarar la interferencia. Esperaron a que pasaran las estaciones, y a que pasaran nuevamente, pero el sonido siempre permanecía, haciendo imposible encontrar los débiles ecos de radio que estaban buscando. Su telescopio era un fiasco.

Kevin Dunbar es un investigador que estudia cómo los científicos estudian las cosas –cómo fallan y cómo tienen éxito. En los primeros años 90, comenzó un proyecto de investigación sin precedentes: observar cuatro laboratorios de bioquímica en la Universidad de Stanford. Los filósofos habían teorizado durante largo tiempo acerca de cómo sucede la ciencia, pero Dunbar quería ir más allá de la teoría. No estaba satisfecho con los modelos abstractos del método científico –ese proceso de siete pasos que enseñamos a los niños de colegio antes de la feria de ciencias- o con la fe dogmática que los científicos ponen en la lógica y la objetividad. Dunbar sabía que los científicos frecuentemente no piensan de la forma en que los libros de texto indican que se supone deben hacerlo. Él sospechaba que todos esos filósofos de la ciencia –desde Aristóteles a Karl Popper- habían pasado por alto algo importante acerca de lo que ocurre en un laboratorio. (Como las palabras famosas de Richard Feynman, “La filosofía de la ciencia es tan útil a los científicos como la ornitología lo es para las aves.”) Así pues, Dunbar decidió lanzar una investigación “en vivo”, intentando aprender del desorden de experimentos reales.

Terminó gastando el siguiente año observando reportes y tubos de ensayo: Los investigadores eran sus aves, y él era el ornitólogo. Dunbar llevó grabadoras a las salas de reunión y se paseó por los corredores; leyó grandes propuestas así como borradores de documentos; husmeó en cuadernos de notas, asistió a reuniones de laboratorio, y grabó en video entrevista tras entrevista. Se pasó cuatro años analizando los datos. “No estoy seguro que me gustara en lo que me estaba metiendo,” dice Dunbar. “Pedí acceso total, y lo obtuve. Pero había demasiadas cosas a las que hacer seguimiento.”

Dunbar salió de sus estudios en vivo con una visión interior bastante desalentadora: La ciencia es una búsqueda profundamente frustrante. Aún cuando los investigadores estaban usando más que todo técnicas establecidas, más del 50% de sus datos eran inesperados. (En algunos laboratorios, esta figura excedía al 75%). “Los científicos tenían estas teorías elaboradas de lo que se supone debía pasar,” dice Dunbar. “Pero los resultados constantemente contradecían sus teorías. No era poco común que alguien pasara un mes en un proyecto y luego desechara todos sus datos porque estos no tenían sentido.” Quizá esperaban ver una proteína específica pero no la hallaban. O quizá su muestra de ADN mostraba la presencia de un gen aberrante. Los detalles siempre cambiaban, pero la historia era la misma: Los científicos estaban buscando a X pero encontraban a Y.

Dunbar estaba fascinado con estas estadísticas. El proceso científico, después de todo, se supone debe ser una ordenada búsqueda de la verdad, llena de elegantes hipótesis y variables de control. (En el siglo XX el filósofo de la ciencia Thomas Kuhn, por ejemplo, definía a la ciencia normal como el tipo de investigación en la cual “todo excepto el más esotérico detalle se conoce con anticipación”.) Sin embargo, cuando los experimentos se observaban de cerca –y Dunbar había entrevistado a los científicos acerca de los más triviales detalles- esta versión idealizada del laboratorio caía, y era reemplazada por una interminable lista de sorpresas defraudantes. Había modelos que no funcionaban y datos que no podían ser replicados y los estudios más simples se enredaban en anomalías. “No era gente desordenada,” dice Dunbar. “Estaban trabajando en unos de los mejores laboratorios del mundo. Pero los experimentos rara vez nos dicen lo que nosotros creemos que nos van a decir. Ese es el oscuro secreto de la ciencia.”

¿Cómo podían los investigadores lidiar con todos estos datos inesperados? ¿Cómo podían lidiar con tanto fracaso? Dunbar se dio cuenta que la gran mayoría de la gente en el laboratorio seguía la misma estrategia básica. Primero, culpaban al método. El hallazgo sorpresivo era catalogado como un mero error; quizá la máquina funcionó mal o una enzima no estaba fresca. “Los científicos estaban tratando de explicar lo que no entendían,” dice Dunbar. “Es como si no quisieran creerlo.”

Luego el experimento sería repetido cuidadosamente. Algunas veces el extraño punto desaparecía, en cuyo caso el problema estaba resuelto. Pero la rareza usualmente permanecía, una anomalía que no se iba.

Luego es cuando las cosas se ponen interesantes. De acuerdo con Dunbar, incluso luego de que los científicos habían generado su “error” múltiples veces –era una inconsistencia consistente- podían dejar de hacerle seguimiento. “Dada la cantidad de datos inesperados en la ciencia, no es viable observarlo todo,” dice Dunbar. “La gente tiene que escoger qué es interesante y qué no, pero usualmente escoge mal.” Y así el resultado era dejado de lado, registrado en un cuaderno del que pronto nadie se acordaba. Los científicos habían descubierto un nuevo hecho, pero lo consideraban una falla.

La razón por la que nos resistimos a aceptar información anómala –la verdadera razón por la cual los investigadores automáticamente asumen que todo resultado inesperado es un error estúpido- está enraizada en la forma en que funciona el cerebro humano. En las últimas décadas, los psicólogos han desmantelado el mito de la objetividad. El hecho es que nosotros cuidadosamente editamos nuestra realidad, buscando evidencia que confirme lo que ya creemos. Aunque pretendemos ser empíricos –nuestra visión dictada solo por los hechos- de hecho estamos con los ojos entrecerrados, especialmente en lo que tiene que ver con información que contradice nuestras teorías. El problema con la ciencia, entonces, no es que la mayoría de los experimentos fallen –es que la mayoría de las fallas son ignoradas.

A medida que intentaba comprender más a fondo cómo la gente lidia con datos disonantes, Dunbar condujo algunos experimentos propios. En un estudio de 2003, puso a alumnos del colegio Dartmouth a ver un par de videos cortos de dos bolas de diferente tamaño cayendo. El primer clip mostraba a las dos bolas cayendo a la misma rata. El segundo video mostraba a la bola más grande cayendo más rápido. Los videos eran una reconstrucción del famoso (y probablemente apócrifo) experimento llevado a cabo por Galileo, en el cual dejaba caer de la torre de Pisa balas de cañón de diferente tamaño. Las balas metálicas de Galileo aterrizaron al tiempo –una refutación a Aristóteles, quien decía que los objetos más pesados caían más rápido.

Mientras los alumnos observaban los videos, Dunbar les pidió que escogieran el que fuera la representación más exacta de la gravedad. No sorpresivamente, los alumnos, sin un antecedente en estudios de física, no estuvieron de acuerdo con Galileo. (Intuitivamente, todos somos Aristotelianos). A ellos les pareció que las dos bolas cayendo a la misma rata era algo irreal, sin contar que de hecho así es como los objetos realmente se comportan. Luego, cuando Dunbar monitoreó los sujetos en una máquina de resonancia magnética (fMRI), encontró que el mostrarle a los alumnos el video correcto detonaba un particular patrón de activación cerebral: Había un chorro de sangre hacia el cortex singular anterior, un collar de tejido localizado en el centro del cerebro. Este ACC está típicamente asociado con la percepción de errores y contradicciones –los neurocientíficos usualmente se refieren a este como parte del circuito “¡Ay, mierda!”- así que hace sentido que se active cuando vemos un video de algo que nos parece un error.

Hasta ahora, muy obvio: La mayoría de los alumnos de colegio son científicamente iletrados. Pero Dunbar también condujo el experimento con estudiantes de física. Como era de esperarse, su educación les permitió ver el error, y para ellos fue el video incorrecto el que detonó el ACC.

Pero hay otra región cerebral que puede activarse a medida que editamos la realidad. Se llama el cortex prefrontal dorsolateral, o DLPFC (n.del t.: en inglés). Se localiza justo atrás de la frente y es una de las últimas áreas del cerebro en desarrollarse en adultos jóvenes. Juega un papel crucial en suprimir las llamadas representaciones indeseadas, en deshacerse de esos pensamientos que no cuadran con nuestros preconceptos. Para los científicos, esto es un problema.

Cuando los estudiantes de física vieron el video Aristoteliano con las bolas aberrantes, sus DLPFCs saltaron de inmediato y rápidamente eliminaron esa imagen de sus conciencias. En la mayoría de los contextos, este acto de editar es una habilidad cognitiva esencial. (Cuando el DLPFC está dañado, la gente usualmente tiene problemas para mantener la atención, puesto que no pueden filtrar estímulos irrelevantes del exterior). Sin embargo, cuando se trata de notar anomalías, un cortex prefrontal eficiente de hecho puede ser un serio hándicap. Si la ACC es el circuito “¡Ay, mierda!”, el DLPFC es la tecla Suprimir. Cuando la ACC y el DLPFC “se encienden al mismo tiempo, la gente no solo nota que algo no se ve correcto,” dice Dunbar. “También están inhibiendo esa información.”

La lección es que no todos los datos se crean iguales ante los ojos de la mente: cuando se trata de interpretar nuestros experimentos, vemos lo que queremos ver e ignoramos el resto. Los estudiantes de física, por ejemplo, no vieron el video y se preguntaron si Galileo podría haber estado equivocado. En lugar de eso, pusieron su confianza en la teoría, eliminando cualquier cosa que esta no pudiera explicar. La creencia, en otras palabras, es un tipo de ceguera.


++++++
Cómo Aprender del Fracaso

Muy frecuentemente, asumimos que un experimento fallido es un esfuerzo perdido. Pero no todas las anomalías son inútiles. Aquí vemos cómo sacar lo mejor de estas: -J.L.

1. Revise lo que está asumiendo
Pregúntese por qué este resultado se siente somo una falla. ¿Cuál teoría contradice? Quizá lo que falló fue la hipótesis, no el experimento.

2. Busque a los ignorantes
Hable con gente que no esté familiarizada con su experimento. Explicar su trabajo en términos simples puede ayudarle a ver en este una nueva luz.

3. Fomente la Diversidad
Si todos los que trabajan en un problema hablan el mismo idioma, todos asumirán las mismas cosas.

4. Cuídese de la “ceguera de falla”
Es normal filtrar información que contradice nuestros preconceptos. La única forma de evitar esta tendencia es estar pendiente de ella.

++++++

Pero esta investigación deja una pregunta obvia: Si los humanos –científicos incluidos- son aptos para aferrarse a sus creencias, ¿por qué la ciencia es tan exitosa? ¿Cómo podrían nuestras teorías alguna vez cambiar? ¿Cómo aprendemos a reinterpretar la falla de forma que podamos ver la respuesta?

Este era el reto que encaraban Penzias y Wilson a medida que cacharreaban con su radio telescopio. Su sonido de fondo era inexplicable, pero cada vez era más difícil de ignorar, tan solo porque siempre estaba ahí. Luego de un año de intentar eliminar la estática, luego de asumir que era tan solo una falla mecánica, un artefacto irrelevante, o guano de paloma, Penzias y Wilson comenzaron a explorar la posibilidad de que quizá era real. Quizá estaba por todos lados por una razón.

En 1918, el sociólogo Thorstein Veblen fue comisionado por una popular revista dedicada al judaísmo americano, para escribir un ensayo acerca de cómo la “productividad intelectual” judía podría cambiar si a los judíos les fuera dada una patria. En ese tiempo, el sionismo estaba volviéndose un movimiento político potente, y el editor de la revista asumió que Veblen haría el argumento obvio: un estado judío llevaría a un florecimiento intelectual, pues los judíos ya no estarían retenidos por el antisemitismo institucional. Pero Veblen, siempre un provocador, le volteó sus premisas. Argumentó en cambio que los logros científicos de los judíos –en ese momento Albert Einstein estaba próximo a ganar el premio Nobel y Sigmund Freud era un autor de best-sellers- eran debidos en gran medida a su estado de marginación. En otras palabras, la persecución no estaba reteniendo a la comunidad judía, la estaba empujando hacia adelante.

La razón, según Veblen, era que los judíos eran perpetuos extranjeros, lo que los llenaba de un “ánimo escéptico”. Puesto que no tenían intereses en “las líneas extranjeras de lo que afirman los gentiles”, ellos podían cuestionar todo, incluso las más queridas asunciones. Solo miren a Einstein, quien hizo mucho de su más radical trabajo siendo un simple funcionario de patentes en Berna, Suiza. De acuerdo con la lógica de Veblen, si Einstein hubiera obtenido patrocinio temprano en una universidad alemana de élite, se hubiera convertido en tan solo otro profesor de física con un interés en el status-quo del espacio-tiempo. Nunca habría notado las anomalías que lo llevaron a desarrollar la teoría de la relatividad.

Predeciblemente, el ensayo de Veblen era potencialmente controversial, y no solo porque él fuera un luterano de Wisconsin. El editor de la revista evidentemente no estaba feliz; Veblen podía ser visto como un apologista para el antisemitismo. Pero su punto general es crucial: Hay ventajas en pensar al margen. Cuando vemos un problema desde el exterior, es más probable notar lo que no está funcionando. En vez de suprimir lo inesperado, empujándolo al lado con nuestro circuito “¡Ay, mierda!” y nuestra tecla Suprimir, podemos tomar el error seriamente. Una nueva teoría surge de las cenizas de nuestra sorpresa.

La ciencia moderna está poblada por locales expertos, educados en disciplinas estrechas. Los investigadores han estudiado todos sobre los mismos libros de texto, lo que hace que el mundo de los hechos parezca establecido. Esto llevó a Kuhn, el filósofo de la ciencia, a argumentar que los únicos científicos capaces de reconocer las anomalías –y por lo tanto cambiar paradigmas y comenzar revoluciones- eran “o muy jóvenes o muy nuevos en el campo”. En otras palabras, extranjeros clásicos, ingenuos y sin sentido de pertenencia. No están inhibidos para notar las fallas que apuntan hacia nuevas posibilidades.

Pero Dunbar, que pasó todos esos años observando a los científicos de Stanford luchar y fallar, se dio cuenta que la narrativa romántica del brillante y perceptivo recién llegado dejaba algo por fuera. Después de todo, la mayoría del cambio científico no es abrupto y dramático; las revoluciones son raras. Más bien, las epifanías de la ciencia moderna tienden a ser sutiles y oscuras, y frecuentemente llegan de investigadores refugiados en el interior. “Estas no son figuras tipo Einstein, trabajando desde fuera,” dice Dunbar. “Estos son tipos con carnés del Instituto Nacional de Salud”. ¿Cómo pueden sobreponerse a la ceguera de falla?

Aunque el proceso científico es un proceso típicamente visto como una búsqueda solitaria –los investigadores resuelven los problemas solos- Dunbar encontró que la mayoría de las nuevas ideas científicas surgían de reuniones de laboratorio, esas sesiones semanales en donde la gente presenta en público sus datos. Muy interesante era que el elemento más importante de la reunión de laboratorio no era la presentación –era el debate que seguía. Dunbar observó que las preguntas escépticas (y a veces fuertes) hechas durante una sesión de grupo frecuentemente abrían brechas, y los científicos eran forzados a reconsiderar datos que previamente habían ignorado. La nueva teoría era producto de la conversación espontánea, no de la soledad; una simple pregunta estimulante era suficiente para volver a los científicos extranjeros temporales, capaces de mirar con nuevos ojos a su propio trabajo.

Pero no toda reunión de laboratorio era igual de efectiva. Dunbar cuenta la historia de dos laboratorios que cayeron ambos en el mismo problema experimental: las proteínas que intentaban medir se quedaban pegadas a un filtro, haciendo imposible analizar los datos. “Uno de los laboratorios estaba lleno de gente con diferentes antecedentes,” dice Dunbar. “Tenían bioquímicos, biólogos moleculares, genetistas y estudiantes en colegio médico.” El otro laboratorio, en contraste, estaba compuesto por expertos en E.coli. “Ellos sabían más de la E.coli que cualquier otra persona, pero era todo lo que sabían,” dice. Dunbar observó cómo cada uno de estos laboratorios lidió con el problema de la proteína. El grupo E.coli tomó una aproximación de fuerza bruta, usando varias semanas probando metódicamente varios arreglos. “Fue en extremo ineficiente,” dice Dunbar. “Eventualmente lo resolvieron, pero desperdiciaron una gran cantidad de tiempo valioso.”

El laboratorio diverso, en contraste, rumió el problema en una reunión de grupo. Ninguno de los científicos era experto en proteínas, así que comenzaron una discusión de amplio rango sobre las posibles soluciones. Al principio, la conversación parecía más bien inútil. Pero luego, a medida que los químicos intercambiaban ideas con los biólogos y los biólogos rebotaban las ideas a los estudiantes de medicina, las respuestas potenciales comenzaron a emerger. “Luego de otros 10 minutos de charla, el problema de la proteína estaba resuelto,” dice Dunbar. “Lo hicieron ver como algo muy fácil.”

Cuando Dunbar revisó las memorias de la reunión, notó que la mezcla intelectual generaba un tipo distinto de interacción en la cual los científicos eran forzados a apoyarse en metáforas y analogías para expresarse. (Esto es porque, a diferencia del grupo E.coli, el segundo laboratorio carecía de un lenguaje especializado que todos entendieran.) Estas abstracciones probaron ser esenciales para la resolución del problema, pues fomentaba que los científicos reconsideraran sus asunciones. El tener que explicar el problema a otra persona los forzaba a pensar, aunque fuera por un momento, como un intelectual al margen, lleno de auto-escepticismo.

Por esto es que las otras personas son de tanta ayuda: nos sacan de nuestra caja cognitiva. “Vi suceder esto todo el tiempo,” dice Dunbar. “Un científico trataría de describir su aproximación, y ellos se pondrían un poco a la defensiva, y luego ellos tendrían esa expresión de examen en sus caras. Era como si finalmente hubieran entendido lo importante.”

Lo que resultaba ser tan importante era, por supuesto, el resultado inesperado, el error experimental que se sentía como una falla. La respuesta había estado ahí todo el tiempo –solo estaba oscurecida por la teoría imperfecta, haciéndola invisible para nuestro cerebro y su pequeña mente. No es sino hasta que hablamos con un colega o traducimos nuestra idea a una analogía que damos un vistazo a nuestro error. Bob Dylan, en otras palabras, tenía razón: No hay un éxito como el fracaso.

Para los radio astrónomos, la brecha era el resultado de una conversación casual con un extranjero. Penzias había sido referido por un colega hacia Robert Dicke, un científico de Princeton cuyo entrenamiento no había sido en astrofísica sino en física nuclear. Era sobre todo conocido por su trabajo en sistemas de radar durante la segunda guerra mundial. Dicke desde entonces se había interesado en aplicar su tecnología de radar en astronomía; estaba especialmente atraído a una, para ese entonces extraña, teoría llamada el Big Bang, que postulaba que el cosmos había comenzado con una explosión primordial. Semejante estallido habría sido tan masivo, argumentaba Dicke, que habría llenado el universo de metralla cósmica, el residuo radioactivo del génesis. (Esta propuesta fue primero hecha en 1948 por los físicos George Gamow, Ralph Alpher y Robert Herman, aunque había sido grandemente olvidada por la comunidad astronómica.) El problema para Dicke era que no podía encontrar este residuo usando telescopios estándar, así que planeaba construir su propio plato a menos de una hora en carro al sur del de Bell Labs.

Luego, a inicios de 1965, Penzias tomó el teléfono y llamó a Dicke. Quería saber si el renombrado experto en radares y radiotelescopios podía explicar el persistente sonido que los acosaba. ¿A lo mejor sabría de dónde venía? La reacción de Dicke fue instantánea: “¡Muchachos, nos quitaron la primicia!” dijo. Alguien más había encontrado aquello que él había estado buscando: la radiación que quedó del inicio del universo. Había sido un proceso increíblemente frustrante para Penzias y Wilson. Habían estado consumidos por el problema técnico y habían gastado demasiado tiempo limpiando excremento de paloma –pero finalmente tenían una explicación para la estática. Su fracaso era la respuesta a una pregunta diferente.



http://www.de2haz1.com/v2/lecturas/fisica-cuantica/aceptar-la-derrota-la-neurociencia-en-equivocarse/

Un nuevo mapa de la inteligencia

¿Dónde reside la inteligencia? ¿Qué determina nuestro coeficiente intelectual? Según un estudio estadounidense en el que también ha participado el español Roberto Colom, la inteligencia general está basada en la comunicación eficaz entre una serie regiones específicas de ambos hemisferios cerebrales.

Desde hace tiempo los científicos debaten si existe una inteligencia general (factor g) o varias. Ralph Adolphs, del Instituto de Tecnológico de California, y sus colegas de las universidades de Iowa, California del Sur y la Autónoma de Madrid son partidarios de la primera opción. Y para tratar de situar esa inteligencia general han estudiado a fondo el cerebro de 241 pacientes con lesiones cerebrales a los que se había realizado un test de inteligencia. Relacionando la puntuación de su coeficiente intelectual (CI) con sus lesiones, los neurocientíficos han conseguido trazar un mapa de las regiones cerebrales que afectan a la inteligencia.

Sus resultados, dados a conocer en la revista Proceedings of the National Academy of Science (PNAS), revelan que, en vez de residir en una única estructura, la inteligencia general está ubicada una red de regiones en ambos lados del cerebro, concretamente en el lóbulo frontal inferior y el parietal superior del hemisferio izquierdo, con contribuciones del derecho. Y que cuanto más densas son las conexiones entre estas áreas, mayor es la inteligencia.

"En realidad, las regiones y conexiones que encontramos están bastante en línea con una teoría existente denominada teoría de integración parieto-frontal", explica Adolphs. Esta teoría señala que la inteligencia general depende de la capacidad del cerebro para integrar y conectar varios tipos de procesamiento, como la memoria de trabajo, los procesos verbales y visoespaciales,… Compartir8


http://www.muyinteresante.es/un-nuevo-mapa-de-la-inteligencia

La neurociencia cultural de la percepcion social.

Un neurocientifico en el foro de la revista Science se pregunto ante la creciente "moda" en neurociencia de dar un gran enfasis a la plasiticidad (la capacidad del cerebro de cambiar y modificar su estructura y funcionamiento):


"si los sistemas neuronales que usamos para una determinada tarea cambian cada 15 minutos de practica... como podemos separar las estructuras organicas de la experiencia en la historia de un organismo"


La respuesta rotunda de la neurociencia cultural, una creciente rama o subdivision de la neurociencia que estudia la interseccion entre la cultura y el cerebro o como los procesos mentales son modificados por factores ecologicos como el contexto sociocultural, estructuras sociales... es un gran: NO PODEMOS.

Freeman, Rulea y Ambady, psicologos del departamento de psicologia de la Universidad de Tufts en EE.UU., analizan los datos que se han ido obteniendo en un area dentro de la neurociencia cultural denominada "neurociencia cultural de la percepcion social" que revela como la cultura influye en procesos psicologicos basicos de la percepcion visual relacionada con la informacion social.

El pensamiento ortodoxo en filosofia de la mente, psicologia y ciencias cognitivas y del comportamiento en general durante los ultimos tiempos ha sido ver a la mente/cerebro como un computador o unidad de procesamiento central con una serie de reglas que operan sobre nuestros estados mentales y su contenido (simbolos) aislados del contexto y por supuesto de la cultura.

Los seres humanos somos entidades biologicas estamos compuestos por celulas, organos, hormonas y neuronas en nuestro sistema nervioso pero tambien somos entidades culturales porque actuamos en un medio sociocultural que modificamos pero que tambien nos modifica simultaneamente a nosotros.

Una nueva corriente dentro de las ciencias cognitivas, la cognicion situada o enacarnada, ve a los organismos biologicos como entidades dinamicas cuyos estados cogntivos crean bucles de interaccion con el entorno con multiples direcciones de relacion cerebro/entorno/cuerpo.

Parece ser que la cultura influye el sistema perceptual.

Pero ¿como podria darse esto? Nuestro sistema visual ha evolucionado para obener la informacion del mundo visual de la forma mas precisa y eficiente para informarnos del entorno y actuar sobre el y por tanto no deberia ser objeto de ninguna distorsion o interferencia.

La aproximacion ecologica de la vision o percepcion favorecida por J.J. Gibson muestra como hay una relacion entre organismo-entorno por cual el organismo siempre percibe aquello que le ofrece la mayor propension, posibilidad, oportunidad (affordances) para el.

La influencia de procesos y fenomenos culturales se dan en tres dimensiones sobre el que el sistema perceptual visual trabaja dentro de lo que se llama neurociencia cultural de la percepcion social: a)percepcion no-social b)la percepcion de otros como personas c) la percepcion de las emociones d) la percepcion y evaluacion del grupo.


a) percepcion no-social:

Culturas que difieren en sus estructuras y organizacion como la occidental y asiatica influyen en la cognicion. Los occidentales son mas individualistas y los asiaticos mas comunitaristas o colectivistas, y esto se relfeja en patrones de pensamiento y cognicion. El pensamiento del occidental es mas analitio mientras que el pensamiento del asiatico es mas interdependiente. Y cuando esto es testado con tareas perceptuales visuales los occidentales sn mejores en describir y percibir detalles especificos de los estimulos visuales mientras que los asiaticos se centran mas en percibir el estimulo visual en relacion con contexto global.


b) la percepcion de otros como personas:

Dentro del mundo visual no hay otra categoria mas importante que la percepcion de aquellos que son como nosotros: las personas. La cultura influye en como vemos a otras personas en funcion de su raza, genero, estatus socioeocnomico etc.

c) la percepcion de las emociones:

Las expresiones faciales son uno de los estimulos mas importantes para capturar la atencion porque muestran la dispociion de alguien y sus estados emocionales asi como informacion del entorno. Numeorosos estudios han mostrado como la percepcion de las emociones de miembros de tu propia cultura se reconocen con mayor facilidad que las emociones de miembros de otras culturas. Expresiones faciales de miedo activan bilateralmente la amigdala cuando se ven emcoiones de miembros de tu propia cultura en comparacion a expresiones facales de miedo de alguien no perteneciente a tu cultura.

d) la percepcion y evaluacion del grupo:

Ademas de ver las expresiones faciales de la emocion tambien vemos la posicion relativa de alguien dentro del grupo (jerarquia) y su estatus de subordinado o dominante a traves de sutiles pistas expresadas con el cuerpo. Aunque esta pistas son discrimnadas de igual forma por todo el mundo si que es cierto que la cultura americana, individualista y que premia a quienes suben en la jerarquia social tienen una mayor sensibilidad a percibir signos de dominancia.

Los autores de este articulo de revision realizaron un estudio con neuroimagen con participantes americanos y japoneses en los que veian imagenes de cuerpos con actitudes de dominancia o subordinacion. A los participantes se les administro diversos escalas para evaluar su tendencia a la dominancia o subordinacion con preguntasl del estilo ("yo impongo mi opiniones sobre los demas" o "Dejo que las personas se expresen libremente")Como se esperaba los cuestionarios mostraron que los americanos tienen una tendencia a ser dominantes y los japonenes mas subordinados. Los resultados de la neuroimagen revelan como nucleo caudado y la corteza prefrontal media envueltos en el procesamiento de recompensas se activan ante estimulos dominantes en los sujetos americanos mientras que el patron inverso se daba en los particpantes japoneses. En conclusion, percibir en otros actitudes de dominancia y/o subordinacion expresadas corporalmente (comunicacion no-verbal) activa regiones como el nucleo caudado y la coreza media prefrontal aprendiendo a ser considerados como valores recompensantes segun la cultura y que el grado de activacion de estas areas predice la tendencia a mostrar estas conductas en los propios sujetos.

La neurociencia cultural y dentro de esta el area de la neurociencia cultural de la percepcion social puede ofrecer grandes respuestas sobre la naturaleza dinamica de la percepcion e interactuacion de las personas unas con otras.


http://sapereaudere.blogspot.com/2010/02/la-neurociencia-cultural-de-la.html

Sugiere estudio región cerebral centro de la inteligencia general

El centro de la inteligencia general podría encontrarse en el lóbulo frontal inferior y en el parietal superior del hemisferio izquierdo con contribuciones del derecho, publicó la revista Proceedings of the National Academy of Science (PNAS).

Investigadores de las universidades de Iowa, California del Sur y la Autónoma de Madrid se inclinan más por la primera teoría y sostienen que la materia blanca cerebral es igual de relevante que la gris, pues de la eficiencia de las conexiones entre ambos lóbulos depende la inteligencia.

Ellos crearon un mapa de las estructuras cerebrales que contribuyen a la inteligencia general.

Desde hace tiempo existen dos teorías sobre la inteligencia, una que defiende la existencia de una general o factor g y la otra, de varias inteligencias.

Pero los investigadores se inclinan por la primera.

Roberto Colom, profesor de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid, uno de los autores principales del estudio, señaló que esto "sugiere que el factor g refleja la habilidad para integrar los procesos verbales, visioespaciales, ejecutivos y de memoria de trabajo por medio de una red de conexiones corticales circunscrita".

El científico añadió que la clave es la integración y esa es la inteligencia de la cual cada persona tiene un grado y que ahora se sabe dónde se encuentra.

Los investigadores realizaron su estudio con personas que tenían dañadas regiones específicas del órgano gris, quienes realizaron pruebas cognitivas de las que se utilizan para medir el intelecto.

Esa prueba permitió conocer cómo cada lesión afecta la inteligencia general, señaló Colom.


http://www.prensa-latina.cu/index.php?option=com_content&task=view&id=165033&Itemid=1

Neurociencia descifra mente del consumidor

Entender el cerebro de las personas puede ayudarlo a realizar la mejor estrategia de marketing. Aprenda y mejore su acercamiento al target deseado.

Cada periodo de la humanidad está marcado por los cambios de la cultura. La sociedad ya no es la misma de hace unos años, la evolución de la conducta de las personas es evidente.

Bajo este enfoque surge una nueva técnica para estudiar el campo de los consumidores en el mercado. La neurociencia es una práctica que investiga el comportamiento del cerebro para aplicarlo al marketing.

Pero ¿cómo? La premisa es que las culturas procesan la misma información de formas muy distintas. Es decir, de acuerdo al lugar donde están, las personas reaccionan de diferentes maneras.

¿Qué es la neurociencia?
La neurociencia es un estudio del cerebro cuyo objetivo es descubrir sus respuestas ante determinados estímulos, como puede ser escuchar cierta palabra o mirar una imagen específica.

El proceso consiste en registrar las ondas cerebrales de acuerdo a la frecuencia cardiaca, el flujo sanguíneo y la temperatura corporal. Esto se hace mediante algoritmos matemáticos que derivan en emociones negativas o positivas.

Más allá de lo conocido
Aunque la neurociencia se creó para aportar a la medicina, se ha convertido en un gran aliado para el marketing, porque permite conocer nueva información del pensamiento de los consumidores, ir más allá.

Variadas teorías han circulado alrededor del tema de la neurociencia, porque muchos psicólogos establecieron esta práctica como base para realizar sus estudios.

Uno de los que realizó trabajo psiquiátrico gracias a la neurociencia fue el médico, psiquiatra y psicólogo suizo Carl Jung, el que fue una figura relevante en el psicoanálisis. Gracias a la neurociencia, pudo incorporar su metodología a varios análisis.

Por su parte, el antropólogo y psiquiatra francés Clotaire Rapaille logró captar que esta técnica podía servir para muchos otros usos, como por ejemplo el marketing.

De esta manera llegó a realizar consultoría a importantes empresas ya que su hipótesis es que los gustos y decisiones de los compradores están influenciados por las improntas subconscientes, refiriéndose a las variables del sistema nervioso que dan origen a la conducta.

Aplicado al marketing
Aunque pocos lo saben, la neurociencia ya se está utilizando en el marketing mexicano.

Desde hace tres años que compañías como Ford Motors Company, Pepsico y Apasco están utilizando esta técnica para usarla en función del marketing, ya que gracias a ésta se puede comprender al consumidor.

De esta manera, la neurociencia puede resultar un éxito si se es capaz de asumir su capacidad para descubrir los tipos de publicidad o campañas que más despiertan la atención en el consumidor.

Así, se puede saber cuáles mensajes llegarán a sorprender a las personas o conocer cuáles son los menos indicados y que pueden producir aburrimiento o desinterés, mediante un estudio certero del cerebro.

Asimismo, un dato no menor es que la neurociencia permite saber qué palabras pueden formar una imagen mental más rápidamente y cuáles no. Cada palabra tendrá una segunda lectura que de seguro influirá en la decisión de compra, ya que aquí intervienen mucho las emociones.

No cabe duda que se trata de un excelente método para conseguir mejores resultados en el marketing, ya que percibir lo que piensa el consumidor le puede otorgar la mejor ventaja respecto a sus competidores.



www.altonivel.com.mx


http://www.altonivel.com.mx/notas/90996-Neurociencia--descifra-mente-del-consumidor

La personalidad en el trastorno disociativo.

Introducción: El trastorno disociativo se ha asociado con la presencia de acontecimientos traumáticos en la infancia y, especialmente, con los abusos sexuales. Igualmente, se han propuesto diversos factores de personalidad que pueden influir en la aparición de este trastorno.

Metodología: El presente estudio analiza una muestra de 36 personas diagnosticados de trastorno disociativo (DSM-IV) y atendidos en las consultas externas de la Corporació Sanitária Parc Taulí de Sabadell (Barcelona). Se realizó una evaluación de la personalidad mediante el Inventario de Personalidad Millon-II y diferentes mediciones clínicas estandarizadas.

Resultados: Se encontraron puntuaciones patológicas en las diversas subescalas en todos los sujetos, pero especialmente una elevación muy significativa de las subescalas de esquizoidia, esquizotipia, histeria, depresión, ansiedad, abuso de alcohol y pensamiento psicótico. No se detectó una presencia significativa de personalidad histriónica en nuestra muestra. Los antecedentes de traumas en la infancia muestran asociación estadísticamente significativa con puntuaciones elevadas en las subescalas de antisocial, narcisista, de esquizoidia y de neurosis depresiva. Sin embargo, la presencia de traumas sexuales específicos en la infancia no se correlaciona con ninguna alteración en las diferentes subescalas. La gravedad de la clínica disociativa se encontraba relacionada con la puntuación en las subescalas de personalidad autodestructiva, de abuso de alcohol, de abuso de drogas, de pensamiento psicótico y de depresión mayor.

Conclusiones: En nuestra muestra, la personalidad de los sujetos con síntomas disociativos está más cercana al constructo de personalidad esquizoide y esquizotípica.

Acceso gratuito al texto completo.

Para poder visualizar el texto completo, necesita tener instalado el Adobe Acrobat, si usted no lo tiene puede bajárselo gratuitamente desde la dirección: www.psiquiatria.com/enlaces/652



http://www.psiquiatria.com/articulos/psiq_general_y_otras_areas/tr_disociativos61/46473/

Neurosis De Ansiedad Ensayos y documentos

miércoles

Disposiciones, emociones y lenguaje.

Acabo de leer este artículo sobre Aristóteles del profesor José Montoya. Me ha llamado la atención como la teoría de la virtud aristotélica es presentada por Montoya por la unidad de tres elementos que configuran la cuestión problemáticamente. En la medida de que cada uno de ellos es a su vez un problema en sí mismo, a saber: en primer lugar una lógica de las disposiciones, hoy podríamos afirmar que estos temas tienen que ver con la biología moderna, neurociencia y demás, frente a la biología antigua; una doctrina de las emociones que no coincide exactamente con su correlato fisiológico sino con su expresión y, por tanto, desde el punto de vista de la especie las disposiciones en cierto modo nos igualan frente a otras especies que también son capaces de emociones, pero en su expresión concreta diferimos por los grupos a los que pertenezcamos y algunas diferencias que soportamos por ser individuales. De este modo las disposiciones son el contenido que presupone toda expresión. Ahora bien, el lugar donde se ponen en juego tales contenidos y expresiones es en el lenguaje el tercer elemento que destaca José Montoya.
De las primeras se dice que nacemos con ellas (no hay por tanto tabula rasa, ni siquiera en el mismo Aristóteles que ha pasado por defender un especie de teoría del conocimiento como si no hubiera nada en el sujeto, y sin embargo no puede decirse esto en rigor). De las segundas, no tanto referidas a las emociones mismas sino a su expresión en forma de signos, es en estos donde una emoción es reconocible y por tanto intercambiable, aunque por ello mismo imitable y fingible, El tercer elemento es el lenguaje y que en Aristóteles no deja de ser problemático y quizá algo pobre desde la perspectiva actual. La clave de esta pobreza radicaría en que su teoría del la lógica depende aún de su metafísica. El ejemplo de las categorías es en este sentido paradigmático, ya que mezcla el ámbito ontológico, gnoseológico y lingüístico.
Que estos tres elementos que el profesor Montoya ha destacado tan acertadamente ejerzan todo su potencial pasa porque el lenguaje sea considerado una dimensión de lo real autónoma, encuentre su propias razones explicativas y no se confunda ni con las emociones que expresan, ni con una parte de la realidad que designan. Esta tarea encuentra en los estoicos antiguos, principalmente, sus mejores interpretadores.


http://variacionesfilosoficas.blogspot.com/2010/02/disposiciones-emociones-y-lenguaje.html

La música desarrolla el cerebro de los niños pequeños

Un interesante artículo para que los padres de hoy lo pongan en práctica.

La música desarrolla el cerebro de los niños pequeños
Un experimento desarrollado por psicólogos canadienses ha comprobado que la enseñanza musical acelera el desarrollo del córtex cerebral de los niños de maternal y primaria, así como que tiene un efecto positivo sobre la memoria y la atención de los más pequeños. La mejora de la capacidad de memorización alcanzada gracias a la música facilita el aprendizaje de la lectura, de la escritura y de las matemáticas, así como el desarrollo de la capacidad de ubicarse en un entorno e incluso el coeficiente intelectual. Por Eduardo Martínez.

La música mejora las capacidades cognitivas de los niños, según un estudio que publica la revista Brain. El estudio fue desarrollado por psicólogos de la Universidad McMaster de Canadá, que compararon los efectos del aprendizaje de la música sobre la sensibilidad de los niños y sobre su capacidad de memorización. Los investigadores hicieron un seguimiento de dos años a dos grupos de niños de edades comprendidas entre los cuatro y los seis años.



El primer grupo recibió durante un año enseñanzas musicales extraescolares según el método Suzuki, mientras que el segundo grupo no recibió enseñanza musical alguna. El método Suzuki, ideado por un violinista japonés que es además filósofo y pedagogo, permite a los niños, aunque sean muy pequeños, aprender música e incluso tocar un instrumento. Basado en el principio del lenguaje maternal, el método Suzuki enseña música mediante el juego e implica a los niños a escuchar cada día alguna melodía. Respetando el ritmo de asimilación del niño, este método le permite descubrir, experimentar y desarrollar su sensibilidad musical. Cuatro chequeos Durante el año que duró el experimento, los investigadores chequearon a los niños cuatro veces. El chequeo consistía en medir la actividad de su cerebro a través de la técnica conocida como magnetoencefalografía, mientras los niños escuchaban dos tipos de música: una procedente de un violín y otra de una algazara.


Los niños completaron un test musical en el cual se les pedía distinguir entre armonías, ritmos y melodías, y una prueba de memoria en la cual tenían que escuchar series de números, recordarlas, y luego repetirlas.


Con este sistema, fue posible apreciar mejor la forma en que los niños captan, perciben e integran los sonidos musicales, así como los cambios inducidos por la actividad musical sobre el córtex cerebral. Además, después de la primera y la última sesión los investigadores evaluaron la capacidad de memorización de los niños, así como de fijarse en los armónicos, los ritmos y las melodías. Los resultados del experimento fueron diferentes para los dos grupos de niños. Los que habían seguido el método Suzuki mostraron una mayor sensibilidad hacia la melodía emanada de un instrumento como el violón, lo que según los psicólogos significa una maduración acelerada del córtex cerebral. Además, estos niños alcanzaron una capacidad de memorización más importante que los del segundo grupo, incluso desde la primera evaluación, ocurrida a los cuatro meses de iniciado el experimento.


Otras habilidades La mejora de la capacidad de memorización alcanzada gracias a la música facilita el aprendizaje de la lectura, de la escritura y de las matemáticas, así como el desarrollo de la capacidad de ubicarse en un entorno e incluso el coeficiente intelectual. Según los investigadores, liderados por Laurel Trainor, profesora de Psicología, Neurociencia y Conducta de la McMaster University en Hamilton, Canadá, es la primera vez que un estudio muestra las respuestas del cerebro pueden evolucionar de manera diferente en el transcurso de un año, según los niños hayan sido formados o no en el conocimiento y la experiencia musical.


Estos cambios tienen una relación directa con las mejores habilidades cognitivas constatadas en los niños que practican la música, lo que constituye una evidencia de que el aprendizaje musical tiene un efecto positivo sobre la memoria y la atención de los más pequeños, lo que indica la conveniencia de que la música debería formar parte de la enseñanza maternal y primaria. Aunque estudios anteriores habían demostrado ya que los niños mayores que recibían clases de música experimentaban más mejoras en su coeficiente intelectual (CI) que los que iban a clases de teatro, este es el primer estudio que identifica estos efectos en mediciones cerebrales de niños más pequeños.






Fuente: http://www.tendencias21.net/

UN VIAJE AL INTERIOR DEL CEREBRO

El Instituto de Neurociencias Federico Olóriz de la Universidad de Granada estudia el sistema nervioso humano desde el punto de vista de multitud de especialidades, para conocer mejor el órgano que controla toda la actividad humana.

Guillermo Pedrosa

Francisco Vives, director del Instituto de Neurociencias, en el laboratorio
“Cada persona es única porque cada cerebro es único. Dos sujetos que viven una misma situación la cuentan de forma distinta, ya que el cerebro configura nuestro mundo interior interpretando, no copiando, el mundo exterior. Por eso cada persona es única y hay tantas corrientes de pensamiento en cualquier aspecto de nuestra sociedad, en la política o en la religión. Es el núcleo de la riqueza de la especie humana”. Estas reflexiones del director del Instituto de Neurociencias Federico Olóriz de la Universidad de Granada, Francisco Vives, resumen la complejidad de la actividad del órgano que centra la actividad del instituto.

Los proyectos de investigación que se desarrollan en este centro demuestran la multitud de enfoques que abordan los investigadores. Así, Francisco Vives se haya inmerso en estos momentos en un estudio sobre el Parkinson y explica al respecto que la incidencia de las enfermedades neurodegenerativas crece a medida que aumenta la edad media de la población. Por ello, este tipo de trastornos se van desarrollando progresivamente y las manifestaciones clínicas aparecen cuando ya existe un deterioro avanzado del cerebro, con lo que el tratamiento médico se suele iniciar cuando la enfermedad está en estadios irreversibles.

En este sentido, el equipo del profesor Vives busca biomarcadores en el organismo que alerten lo antes posible de la presencia de esta patología. “Queremos encontrar sustancias de la sangre que nos digan que en una persona se está iniciando la enfermedad de Parkinson, antes de que haya síntomas clínicos”, añade el investigador. Conocer con antelación que una enfermedad de estas características puede desarrollarse en un individuo es vital para que se puedan iniciar los tratamientos oportunos antes de que el daño sea permanente.

Cómo adentrarse en el órgano supremo

A la hora de abordar el estudio de las funciones cerebrales, hay que ceñirse a tres aspectos esenciales, según aclara el experto. El primero son las sensaciones, que constituyen la puerta de la entrada de información, es decir, gracias a los sentidos se perciben los estímulos del mundo externo. El segundo aspecto es la elaboración de una respuesta ante dichos estímulos. Finalmente, mediante los movimientos se ofrece una reacción a esos procesos. A estas manifestaciones del sistema nervioso se les denomina conducta. A partir de estos tres aspectos, los diferentes equipos del Instituto, que está formado por médicos, biólogos, psicólogos, farmacólogos e incluso odontólogos, investigan las emociones, el dolor, el envejecimiento, la influencia de la genética en las alteraciones psiquiátricas, las enfermedades neurodegenerativas y los posibles fármacos contra ellas.

Una de las investigaciones que acoge actualmente el instituto versa sobre uno de los conceptos más llamativos en Neurociencia: la Neuroplasticidad. Francisco Vives explica en este sentido que las neuronas son células muy diferenciadas, que van madurando en el sistema nervioso, y que a partir de los 40 años empiezan a morir poco a poco, aunque la disminución de su número se compensa con el aumento de la experiencia. A lo largo de la vida, gracias al aprendizaje, se modifican las conexiones entre estas células, facilitando la realización de aquellos movimientos y conductas que se realizan con más frecuencia. También, gracias a la formación de estas nuevas conexiones se pueden recuperar, al menos en parte, aquellas funciones que se han perdido por un accidente, hemorragia o lesión del sistema nervioso. Este aspecto es el que se reconoce como Neuroplasticidad.


En el Instituto de Neurociencias se desarrollan numerosas líneas de investigación
Las neuronas no pueden reproducirse de manera que, cuando una parte del cerebro resulta dañada, ya sea por una enfermedad o un traumatismo, ésta no puede repararse de la misma forma que ocurre por ejemplo en la piel. Sin embargo, mediante una rehabilitación y aprendizaje adecuados, las zonas próximas pueden realizar las funciones perdidas, en mayor o menor grado, según la gravedad del daño previo. Así, los tratamientos que reciben las personas que padecen enfermedades y trastornos que han dañado parte de su cerebro, tratan de estimularlo para que el sujeto pueda volver a desempeñar las funciones perdidas.

El dolor, un mecanismo de defensa

Otra de las principales líneas de investigación del centro es la Neurobiología del dolor. Algo que el especialista define como una manifestación más del cerebro. “Esta sensación dolorosa suele ser una señal de alarma, un mecanismo de defensa que avisa de que algo ha dañado a nuestro organismo”, afirma Vives.

Sin embargo, hay dolores que son resistentes a todo y que persisten incluso después de haber extirpado las ramificaciones nerviosas que lo producen. Igualmente, hay dolencias en las que están implicadas determinadas estructuras cerebrales. Éstos son casos de difícil tratamiento, como por ejemplo los que se producen en las fases terminales del cáncer. En el Instituto, se investigan fármacos que puedan servir en un futuro como analgésicos. Francisco Vives detalla que el dolor conlleva un proceso de sensibilización de la zona dañada. “Es lo contrario que ocurre con el resto de sensaciones, a las que acabamos habituándonos. Sin embargo, el dolor hace que cualquier roce con la parte dañada sea aún más doloroso que si esa zona estuviera sana”, explica.

El director del centro destaca, igualmente, otras investigaciones que se desarrollan actualmente en este instituto y que se centran en el envejecimiento, que es, según el científico, el peor enemigo al que tiene que hacer frente el ‘órgano supremo’. Por lo general, los expertos diferencian dos formas de envejecimiento: la fisiológica, es decir la pérdida moderada de capacidades que se producen debido a la edad, y la patológica. Esta última es más rápida y peligrosa. Cuenta con multitud de causas, tanto genéticas como ambientales, que pueden generar graves deterioros en la memoria, en la capacidad para el movimiento o en la capacidad de percibir los estímulos externos.

De esta manera, el objetivo de esta línea de investigación es definir una serie de medidas para que las personas sepan cómo afrontar los desafíos que produce el deterioro del sistema nervioso con el paso del tiempo. Por el momento, los expertos explican que es esencial que las personas mayores se esfuercen en mantenerse activas, en relacionarse y en comunicarse con los demás. También destacan que cuando se jubilan son muchos los individuos que no saben qué hacer con su tiempo y que al reducir los estímulos externos que les daba su empleo recurren al sofá, a la televisión y al aburrimiento, o sea a la inactividad en definitiva, la gran enemiga del cerebro.

Inicios ligados a la antropología

El Instituto de Neurociencias Federico Olóriz surgió como un centro de investigación antropológica en los años cincuenta, asociado a la Universidad de Granada. En los ochenta, las ciencias antropológicas se ramificaron en distintas especialidades, por lo que a principios de los noventa el centro decidió reorientar sus investigaciones hacia las neurociencias y el estudio del cerebro. Desde ese momento los investigadores que lo integran se han dedicado en cuerpo y alma a avanzar en el conocimiento sobre todos los misterios y trastornos que acontecen en el interior del cráneo.


Francisco Vives trabaja con el microscopio
¿Quién fue Federico Olóriz?

El centro nació el 30 de diciembre de 1955, promovido por los profesores Miguel Guirao Gea, catedrático de Anatomía de Granada y Miguel Guirao Pérez, entonces catedrático de Anatomía de Valladolid. La gestión inicial corrió a cargo del primero de ellos, avalada por su propio prestigio personal y por ser biógrafo de Federico Olóriz Aguilera, científico que da nombre al instituto.

Este médico nació en 1855 e ingresó con 16 años en la Facultad de Medicina de la UGR. Tras licenciarse, trabajó en el Hospital de San Juan de Dios, donde llegó a ser director, al mismo tiempo que desarrolló sus investigaciones sobre anatomía, que le llevaron a ocupar la cátedra de este campo en la Universidad Central de Madrid. Allí mantuvo un contacto regular con figuras reconocidas del mundo de la ciencia como Ramón y Cajal, pudiendo trabajar en campos como la antropología, área en la que estudió el índice cefálico, es decir el tamaño medio del cerebro en España, y el tratamiento del cólera, entre otras cosas.

Pese a haber dedicado gran parte de su vida profesional a la ciencia pura, fue una aplicación técnica la que encontró mayor resonancia y prestigio en su labor científica, y es que Federico Olóriz desarrolló una técnica pionera de dactiloscopia, que desde entonces se utiliza para la identificación de las personas por sus huellas dactilares.



http://www.andaluciainvestiga.com/espanol/noticias/8/9268.asp